La familia de Miguel Ángel Blanco ha guardado todas las muestras de afecto que le llegaron tras el asesinato. «Darlo a conocer puede ayudar a que no se repitan los mecanismos del odio»

Entre el 10 y el 13 de julio de 1997 España entera se conmocionó ante el secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco, que entonces tenía 29 años, trabajaba de contable y cuyo único delito fue pertenecer al Partido Popular. «Todo el mundo se acuerda de lo que estaba haciendo el día en que ETA lo mató. Hay pocos episodios que estén tan enclavados en la memoria colectiva con esa hondura y transversalidad», asegura María Jiménez, profesora de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Navarra (UNAV). El crimen, de hecho, desató un multitudinario sentimiento de rechazo hacia el terrorismo, al que incluso se le puso nombre: Espíritu de Ermua. Cabe recordar que las manifestaciones posteriores a la muerte de Blanco fueron unas de las más concurridas en la historia reciente de España. Una ola de repulsa frente a la violencia y de solidaridad con los Blanco que se materializó en infinidad de muestras de afecto hacia la familia del asesinado. «Les escribió cantidad de gente anónima transmitiendo sus condolencias, les mandaron dibujos, telegramas oficiales, libros de firmas y un largo etcétera de recuerdos».

alfayomega.es (16/07/2023)

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